Ayer estaba «sermoneando» a mis hijos, eso que hacemos las madres pesadas.

Les estaba pidiendo, por favor y por millonésima vez, que se tratarán bien y de golpe, me escuche diciendo «suficientemente cruel es la vida«.

Toma.

¡Vaya! una de mis creencias me salió directa de la boca…

Enseguida intenté rectificar como pude.

Pero flipé al darme cuenta de que esta creencia aflorara.

Sé que pensar que la vida es cruel no me ayuda, no quiero que mis hijos se lo queden como creencia.

El tema de las creencias es muy potente y puede ser el origen de tu incapacidad para perder peso o cambiar tus hábitos.

¿QUÉ SON LAS CREENCIAS?

Las creencias son esos estamentos que damos como ciertos y no nos cuestionamos porqué son nuestra verdad. Es todo aquello que creemos, que damos por cierto sin ningún tipo de duda.

Y ¿de dónde salen estas creencias?

Montamos nuestro mundo y nuestra realidad en base a todas estas creencias. Desde niños, interpretamos la realidad y nos creamos nuestro mapa mental según nuestras vivencias, experiencias, nuestro entorno, lo que vemos, la sociedad…

Normalmente, no somos conscientes de que «eso» son creencias. Para nosotros es verdad. PUNTO.

¿COMO NOS AFECTAN NUESTRAS CREENCIAS?

El tema es que no se trata tanto de si son ciertas o no. Más bien la pregunta es si nos ayudan o no.

¿Cómo puede ser que lo que crees te impida perder peso, comer sano, hacer ejercicio, vivir tranquil@…?

Te lo pongo con ejemplos:

Mira estas creencias que son muy, muy habituales en el tema de nuestra salud y nuestro bienestar:

  • Comer sano es aburrido.
  • No me gusta hacer ejercicio.
  • Soy como mi madre, coma lo que coma engordo.
  • No puedo vivir sin …, me merezco disfrutar.
  • Nunca conseguiré perder peso.
  • Con la vida que llevo, es imposible cuidarme.
  • Soy una pésima cocinera.
  • La gente que está en forma es porqué no tiene nada más que hacer, yo no tengo tiempo para cuidarme.

Un apunte importante. Nuestra mente se esfuerza muchísimo para que nos reafirmemos en estas creencias. Quiere mantener la realidad como la conocemos.

  • Cada vez que estás comiendo una lechuga insípida te recuerdas «lo ves, comer sano es aburrido». Lo curioso es que cuando estás comiendo una crema de verduras riquísima o un pollo al horno con verduritas no te dices nada, tu mente se queda calladita.
  • Cuando estás haciendo sentadillas y tienes los quádriceps a punto de rebentar, te recuerdas «lo ves, hacer ejercicio es una m…», pero cuando disfrutas bailando o te sientes maravillosamente bien después de un entreno, no te dices nada.
  • Aquél día en el que se te quemaron las lentejas y os quedastéis sin cena, tu mente te repitió 500 veces lo pésima cocinera que eres. En cambio cuando tus hijos te dicen que la sopa está muy rica, no se escucha ni una mosca.

Creer todo esto nos paraliza, hace que no hagamos aquello que necesitamos hacer para perder peso, cuidarnos, cambiar nuestros hábitos…

¿QUÉ HACEMOS ENTONCES?

Primero detectar todas las creencias que tienes en relación a tu peso, tu salud, la comida, el ejercicio, cuidarse…

Tomar consciencia de ellas es un paso muy, muy importante.

Ve a la caza de estas creencias, escucha con atención lo que te dices y pregúntate, ¿creer esto me ayuda?

Una vez detectadas, toca transformarlas por otras creencias que sí que nos ayuden, que te motiven e impulsen a conseguir lo que quieres.

Por ejemplo:

  • Comer sano es aburrido. — Comer sano hace que me sienta y me encuentre mejor.
  • No me gusta hacer ejercicio. — Hacer ejercicio supone un esfuerzo pero luego me siento muy bien.
  • Soy como mi madre, coma lo que coma engordo. — Unos hábitos sanos me llevan a mi peso sano.
  • No puedo vivir sin … , me merezco disfrutar. — Disfruto de cosas buenas para mi cuerpo y mi mente.
  • Nunca conseguiré perder peso. — Unos hábitos sanos me llevan a mi peso sano.
  • Con la vida que llevo, es imposible cuidarme. — Cuidarme es importante para mi para poder llevar la vida que quiero.
  • Soy una pésima cocinera. — Cada vez cocino mejor, estoy aprendiendo
  • La gente que está en forma es porqué no tiene nada más que hacer, yo no tengo tiempo para cuidarme. — Me doy el tiempo para cuidarme porqué es importante para mi.

Poco a poco, podemos integrar nuestra nueva creencia, visualizándola, repitiéndonosla, realizando pequeñas acciones que nos la confirmen.

¿Qué creencias limitan tu salud y bienestar?